viernes, 1 de junio de 2012

459.- Videla: Tortura, tiro en la nuca y comunión diaria



Videla: Tortura, tiro en la nuca y comunión diaria

Prudencio García. EL PAÍS

Mientras se celebraba el juicio de 1985, en el que fue condenado a prisión perpetua por la Cámara Federal de Buenos Aires, el general Jorge Rafael Videla -acusado de múltiples secuestros, homicidios y torturas como presidente que fue de la primera Junta Militar tras su acción golpista del 24 de marzo de 1976- se entregaba durante las sesiones de la vista oral a la devota lectura de la Biblia, aislándose así en su propio mundo interior. El general tiene fama de ser ascético, católico sumamente practicante y de comunión diaria. Mientras el juicio se desarrollaba y los testigos, con voz entrecortada por la angustia de sus recuerdos y pesadillas, respondían a las preguntas de los jueces y detallaban los horrores de las torturas a las que fueron sometidos, estallando a veces en un llanto compulsivo en medio del silencio estremecido de la sala, el general, ajeno al drama, saboreaba el Nuevo Testamento, concentrándose presu-miblemente en la jugosa parábola del trigo y la cizaña.


La Justicia argentina procesa al ex dictador Videla por el 'plan Cóndor'
Separar la mala hierba de la buena: ésa fue la dura responsabilidad que él tuvo que asumir. Y para ello no se anduvo por las ramas: secuestro, tortura y tiro en la nuca, todo ello en cantidades masivas, metodología aplicada al margen de la ley a miles de 'subversivos' o sospechosos de serlo. Él lo sabía todo -y así lo reconoce- en su calidad de comandante en jefe. A diferencia del general Pinochet, que ahora alega que ni ordenaba ni conocía los excesos cometidos por sus subordinados (delitos por los que todavía puede ser juzgado en Chile), Videla, en cambio, sabedor de que no puede ser nuevamente juzgado por aquellos delitos por los que ya fue condenado y posteriormente indultado, ya no tiene problemas para mostrarse absolutamente rotundo en el reconocimiento de lo que ocurrió.

Y lo que ocurrió lo resume así: 'No se podía fusilar. La sociedad argentina no hubiera bancado [encajado, soportado] los fusilamientos'. Agrega que, en vista de tal imposibilidad, todos los jefes de las Fuerzas Armadas estuvieron de acuerdo en establecer el método de acción clandestina, consistente en secuestrar, someter a torturas y hacer desaparecer a sus opositores políticos. 'No había otra manera. Todos estuvimos de acuerdo, y el que no lo estuvo se fue'.

Sin embargo, el problema no consistía en la carencia de verdugos dispuestos a fusilar. El coronel Seineldín nos manifestaba en entrevista personal en Buenos Aires (entre sus dos insurrecciones de 1988 y 1990) que él, en su momento, 'se presentó voluntario para fusilar subversivos, pero su ofrecimiento fue desestimado por sus superiores'. Nunca faltan patriotas voluntarios para este tipo de servicios. El problema era que el número de 'subversivos' que, según Videla y los suyos, había que fusilar era tan desmesuradamente alto (decenas de miles), que no sólo la sociedad argentina, sino también Europa, el Vaticano, la ONU y La Haya se le hubieran echado encima, y hasta los Estados Unidos (tan comprensivos y tolerantes con las formas clandestinas de ejecución en América Latina) hubieran puesto el grito en el cielo ante tamaña matanza, ejecutada a la luz pública y por vía oficial. En cambio, esa misma masacre, si era perpetrada en la sombra, podía gozar -como así fue- de un cierto grado de tolerancia e inhibición por parte de algunos importantes poderes de la comunidad internacional. Recordemos -como simple ejemplo, y por la parte que nos toca- que, por aquellos años, un embajador español manifestaba públicamente que 'los militares argentinos estaban haciendo lo que tenían que hacer'.

El general Videla cree firmemente -y no es el único- que la tortura es una práctica necesaria, perfectamente normal y absolutamente cotidiana, incluso en tiempo de paz. 'Estoy seguro', afirma, 'de que en este momento en alguna comisaría [argentina] se está torturando, porque cuando se quiere llevar adelante una investigación en serio...'. Esta frase inacabada, que el general termina con esos siniestros puntos suspensivos, tiene muy fácil traducción: 'Toda investigación seria requiere de la tortura para ser eficaz'. En otras palabras: la tortura como práctica habitual, diaria y común. Entre 1976 y 1980, como jefe del Ejército y de la primera Junta Militar, imbuido de su sagrada misión evangélica de separar la cizaña del trigo, así lo asumió, lo ordenó y lo dirigió: a escala masiva y cotidiana. Sin perjuicio de su comunión, cotidiana también.

Con ello se inscribía en una antiquísima tradición, romana y española: la del Digesto de Justiniano (libro LVIII, capítulo XVIII, 'De Questionibus', sobre las formas adecuadas de interrogatorio bajo tortura en el curso de una investigación), y, sobre todo, la de nuestro gran Alfonso X el Sabio, quien en Las Siete Partidas nos legó esta sabrosa definición: 'Tormento es una manera de prueba que hallaron los que fueron amadores de la justicia'. Y que, en su Partida VII, título 30, 'De los tormentos', nos dejó esta otra joya: 'Los prudentes antiguos han considerado bueno tormentar a los hombres, para sacar dellos la verdad'.

El general Videla podrá ser acusado, con harta justificación, de muchos y terribles delitos, pero nadie podrá decir que carece de antecesores de ilustre condición.
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Prudencio García es consultor internacional de la ONU y de otros organismos. Investigador del INACS.
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La Justicia argentina condena a Videla a cadena 
perpetua 
por crímenes de la dictadura







El dictador asegura que sus actos fueron para librar a Argentina de un régimen marxista leninista


Miércoles, 22 de diciembre del 2010  ABEL GILBERT / Buenos Aires


El dictador argentino Jorge Rafael Videla ha sido condenado a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura (1976-1983). "Asesinos, asesinos". El grito retumbó dentro de la sala del Tribunal Oral Federal 1 de la provincia argentina de Córdoba. Eran las 17:49. de la tarde. El exdictador Jorge Rafael Videla había sido condenado a prisión perpetua por el fusilamiento de 31 presos políticos durante la última dictadura militar (1976-83). El exgeneral Luciano Benjamín Menéndez, más conocido como El Chacal, amo y señor de Córdoba durante los años de horror, mereció la misma e histórica sanción. Videla, presidente de facto entre 1976 y 1980, deberá cumplir la pena en una cárcel común. Una junta médica decidirá si Menéndez le hace compañía detrás de las mismas rejas.





El exdictador Jorge Rafael Videla (primero por la izquierda) asiste, junto a otros exmilitares, al juicio por crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura argentina, en la ciudad argentina de Córdoba. CARLOS ARCO | EFE
Los dos jerarcas han sido juzgados con otros 28 represores por hechos que tuvieron lugar en la Unidad Penitenciaria Nº 1 del barrio de San Martín, cerca del centro de la segunda provincia de este país. En el mismo juicio han sido condenados a la misma pena los militares Vicente Meli, Carlos Poncet, Raúl Fierro, Jorge González Navarro, Gustavo Adolfo Alsina, el ex carapintada Enrique Pedro Mones Ruiz y el excabo Miguel Ángel Pérez. Entre los policías, recibieron la pena de cadena perpetua Luis Alberto Lucero (D2), Calixto Luis Flores, Yamil Jabour, Marcelo Luna y Juan Eduardo Molina.


Justificaciones


Durante su alegato, Videla justificó las violaciones a los derechos humanos asegurando que la Argentina enfrentó en los años setenta una guerra no convencional. "Los terroristas de ayer gobiernan nuestro país ", dijo. En la "guerra" de Videla, recordaron durante el juicio las víctimas que vivieron para contarlo, se torturaba, se violaba, se arrojaban prisioneros al río, se robaban los bienes de los desaparecidos y a sus hijos nacidos en cautiverio.





Menéndez, quien fue jefe del III Cuerpo de Ejército, reclamó un lugar entre los héroes y no entre los villanos de este país. Los militares, aseguró, "cumplieron en pocos años la misión encomendada por la Nación. Al acortar la guerra ahorraron sufrimientos a la patria. Comparémonos con Colombia que hace 60 años enfrenta a la guerrilla terrorista". Cuando se conocieron las sentencias, familiares de desaparecidos se fundieron en abrazos. Esperaron 34 años este momento: ver al dictador en una cárcel común.


Miles de muertos


El exteniente general Videla encabezó la Junta Militar que dio el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Miles de personas fueron asesinadas. Sus cuerpos nunca se entregaron. En 1985, tras el retorno de la democracia, Videla y los demás jerarcas tuvieron que sentarse en el banquillo de los acusados. A él lo condenaron por primera vez a prisión de por vida. Cinco años más tarde fue indultado por el presidente Carlos Menem. En 1998 volvió a ser procesado por robo de hijos de desaparecidos. La de esta tarde es la primera sentencia en firme que recibe desde hace un cuarto de siglo.

















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