sábado, 27 de diciembre de 2014

851.- El debate sobre los límites de la libertad de expresión

El dictador norcoreano Kim Jong-un en una foto sin datar. / KCNA (REUTERS)



El debate sobre los límites de la libertad de expresión salta a la cultura popular


De las caricaturas de Mahoma a la del Brillante Camarada

Por MARC BASSETS Washington 


El estreno, el día de Navidad, de The interview (La entrevista), la sátira del dictador norcoreano Kim Jong-un, se ha celebrado como un triunfo de la libertad de expresión, un desafío a la amenaza de represalias por ofender al llamado Brillante Camarada. La película, una comedia de sal gorda protagonizada por Seth Rogen y James Franco, se estrenó en unos 300 cines alternativos por todo Estados Unidos y puede descargarse en Internet. En su primer día hizo una taquilla de un millón de dólares, según Sony Pictures.

En los días que EE UU normalizaba las relaciones con Cuba, uno de los vestigios de la Guerra Fría, el incidente con Sony recuerda al mundo que en Asia la Guerra Fría sigue viva. Los ataques informáticos contra la multinacional también recuerdan que, en la era de la ciberguerra —o el “cibervandalismo”, como lo definió el presidente Barack Obama—, la primera potencia y su industria más universal, Hollywood, son vulnerables.

El debate sobre los límites de la libertad de expresión no es nuevo. Ahora llega a Hollywood y a la cultura popular. La fetua del imán Jomeini en 1988 contra el escritor Salman Rushdie por su novela Los versos satánicos fue uno de los primeros casos con ecos globales de intimidación por una supuesta ofensa religiosa. En 2005, la publicación en el diario danés Jyllands Posten de unas caricaturas de Mahoma desató protestas en países de mayoría musulmana y abrió una discusión: ¿deben los medios, los artistas, abstenerse de ofender a colectivos o personas para evitar represalias?

Las diferencias entre las caricaturas de Mahoma en el Jyllands Posten y la caricatura de Kim en La entrevista van desde el objetivo de la sátira a la reacción de los ofendidos. En 2005, el objetivo era el islamismo violento. Y el contexto era el de una Europa con minorías musulmanas y episodios de tensión con la mayoría autóctona.

Esta vez es distinto. El objetivo de la sátira es un autócrata en un país lejano, sin conexiones culturales con el mundo desarrollado. No hay comunidades norcoreanas en EE UU y Europa. El miedo de quienes esta semana estrenaron la película no era tanto a atentados como a ciberataques como los que en las últimas semanas ha sufrido Sony.

Flemming Rose acaba de publicar en EE UU The tyranny of silence (La tiranía del silencio), un ensayo sobre los límites a la libertad de expresión en los países occidentales. Rose fue el responsable, como jefe de Cultura del Jyllands Posten, de la publicación de las caricaturas de Mahoma. Desaprueba la decisión de Sony, la semana pasada, de retirar la película, decisión corregida parcialmente al estrenarse ahora en los 300 cines independientes y en Internet.

“Puedes decir que Sony es una corporación de entretenimiento y están en el negocio para hacer dinero. Por tanto, deben decidir en función del negocio, y no de acuerdo con su responsabilidad ante el público como un medio de comunicación que se ve a sí mismo como una institución que defiende un bien público”, dice Rose en una entrevista por teléfono. Pero añade: “Sin la libertad de expresión Sony no sería capaz de hacer muchas de las películas que está haciendo. Si operase en un ámbito como el de Corea del Norte, diría que quizá el 90% de sus películas no podrían producirse. Así que desde un punto de vista del negocio Sony también se beneficia de la libertad de expresión”.

Que finalmente Sony haya difundido La entrevista es digno de aplauso, según Rose. Demuestra, en su opinión, que la realidad de la globalización impide calcular los efectos. Lo que apaciguaría al líder de Corea del Norte —retirar la película de circulación— merece los reproches del presidente de EE UU y puede perjudicar a la multinacional en el mercado norteamericano.

Después de publicarse las caricaturas de Mahoma, el discurso de la mayoría de líderes europeos y del entonces presidente de EE UU, George W. Bush, fue ambiguo: defendieron la libertad de prensa pero resaltaron las responsabilidades que esa libertad conlleva. El periodista danés recuerda que, como ahora, las amenazas no resultaron efectivas del todo. “Diría que en un 60% de países europeos hubo grandes diarios que republicaron las caricaturas”, recuerda.

Rose no es optimista. Ve una tendencia hacia la autocensura incluso en EE UU, donde la Primera Enmienda garantiza la prevalencia de la libertad de prensa. “Me preocupa lo que ocurre en los campus de Estados Unidos y Reino Unido”, dice. Menciona los debates, en universidades norteamericanas, sobre la necesidad de alertar a los alumnos de que obras como El gran Gatsby o Las aventuras de Huckleberry Finn contienen pasajes que algunos alumnos pueden considerar misóginos o racistas y, por tanto, ofensivos.

Rose sostiene en su libro que en una democracia no debería existir el derecho a no ser ofendido. “Cuando celebras la diversidad cultural y religiosa, también debes celebrar la diversidad a la hora de expresarte”, dice. “Pero vamos en sentido contrario. Queremos tener más diversidad cultural pero al mismo tiempo tendremos menos diversidad de expresión. Cuando [el cineasta holandés] Theo Van Gogh fue asesinado, el ministro de Cultura de Holanda dijo que si las leyes sobre los discursos del odio hubiesen sido más duras y las obras de Van Gogh se hubieran prohibido, seguiría vivo”.

El triunfo de la libertad de expresión en el caso de la sátira sobre el dictador norcoreano ha sido a medias. Las amenazas no han impedido que quien lo desee pueda ver la película en EE UU, en salas u online. Pero los 3.000 cines comerciales que debían estrenar La entrevista no lo han hecho. En el futuro, antes de invertir en un proyecto que pueda ofender a un político o un colectivo se lo pensarán. 



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Vetado el filme ‘Exodus’

27-12-2014
Las autoridades de Egipto y Marruecos han prohibido el estreno de la película Exodus: dioses y reyes, dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Christian Bale. El filme narra la rebelión del profeta Moisés frente al faraón Ramsés y la liberación de centenares de miles de esclavos judíos. El Gobierno egipcio ha justificado su decisión por el hecho de que la producción de Hollywood contiene “falacias históricas”. En concreto, la Oficina de la Censura ha criticado el hecho de que se muestre a los esclavos judíos construyendo las pirámides y la gran esfinge, pues sus responsables aseguran que está probado que éstas fueron erigidas siglos antes. Asimismo, ha censurado que las aguas del mar Rojo se abran ante Moisés —también un profeta para el islam— tras un terremoto, poniendo en duda que fuera un milagro divino.
La proyección del filme en Marruecos fue prohibida unas horas antes de su estreno el 24 de diciembre, según la revista Tel Quel. El responsable de un cine de Casablanca declaró a la publicación haber recibido “amenazas” del Centro Cinematográfico Marroquí (CCM). La decisión fue acogida con sorpresa por los distribuidores, pues contaban con todos los permisos. No obstante, según la agencia Efe, la película ya se puede encontrar en el mercado negro. La producción del filme contó con un presupuesto de 115 millones de euros y se estrenó en España el 5 de diciembre.


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