viernes, 10 de enero de 2014

671.- Panamá, a cincuenta años de de la gesta soberanista



Panamá, a cincuenta años de de la gesta soberanista

Giovanna Benedetti

Ayer 9 de enero, se cumplieron cincuenta años de la más significativa y gloriosa gesta de la lucha por la soberanía territorial de Panamá. Durante aquella jornada de 1964, y los tres días subsiguientes, 23 estudiantes (algunos de ellos niños) fueron asesinados por la policía armada colonialista del enclave estadounidense conocido como "Panama Canal Zone"  o Zona del Canal de Panamá; territorio que entonces ocupaba una franja de cien kilómetros de ancho a lo largo de cada orilla del canal y que constituía en todo rigor un Estado dentro de otro. El enfrentamiento comenzó cuando un grupo de estudiantes panameños del Instituto Nacional, portando una gran bandera del país, cruzó la alambrada zoneíta con la intención de izarla en el patio de la Balboa High School (Escuela Secundaria de Balboa), luego de constatar que los estudiantes "zonians", ensorbebecidos como siempre y en una especie de juerga supremacista, habían bajado la enseña panameña del asta de su escuela, en el que debía ondear junto a la de EEUU, en cumplimiento de los acuerdos bilaterales que reconocían ese derecho, y la estaban ultrajando con la mayor grosería y violencia, llegando incluso a orinar sobre ella... A la primera avanzadilla de estudiantes  panameños, siguieron jóvenes y profesores de otras escuelas de la ciudad de Panamá, que eran repelidos por los policías zoneítas, y al poco empezó a llegar el pueblo en masa... y de todos los estratos sociales: estudiantes, obreros, campesinos, intelectuales, funcionarios, comerciantes, industriales, políticos... (eso es lo que hace este incidente único y ejemplar) todos y cada uno portando una banderita panameña en sus manos, que iban plantando en la tierra, en las aceras y jardines de la Zona del Canal, y amarraban en los árboles y subían a los postes de alumbrado. Entonces, aparecieron las tanquetas y los helicópteros y los marines armados hasta los dientes, y fue el ataque inmisericorde y brutal de las fuerzas armadas de los Estados Unidos de América. Veintitrés panameños fueron acribillados y tres mil más resultaron heridos, muchos lisiados para siempre. Ese día, el nueve de enero de 1964, sembramos las banderas. Y gracias a esa siembra ganamos el canal. 



El dolor y sentimiento del pueblo panameño fueron tan profundos que por primera vez un gobierno del mundo se atrevió a romper relaciones diplomáticas con el  los Estados Unidos de América, el país del cual dependía económicamente. La consigna fue vertical y el grito unánime: "No queremos limosnas, queremos justicia" y "Que se vayan: nos comeremos la tierra, pero la terra soberana".  

El documento que incluyo,  escrito por mi difunto padre Eloy Benedetti, es un testimonio histórico excepcional para entender la génesis y el devenir de estos sucesos. Mi padre, desde la cancillería, fue quien redactó la carta de rompimiento de relaciones con los Estados Unidos que firmó el presidente de la república. Ese día marcó su vida para siempre. No exagero al decir que desde el 64 hasta que falleció en el 2000, su gran empeño fue la lucha por la soberanía panameña en la Zona del Canal.   





El poema titulado ASCANIO REDIVIVO, lo escribí recientemente a solicitud de la comisión popular del cincuentenario del nueve de enero, y me llena de satisfacción y orgullo el decir que ayer y hoy está siendo parte principal de todas las ceremonias que se suceden como tributo a la memoria de los mártires, el primero de los cuales se llamó Ascanio Arosemena y solo tenía 19 años. Para Ascanio va el poema.  

Sí, ya lo sé... La historia panameña es un péndulo de malabares. Así pues, en este mes de enero de 2014, y mientras los medios de comunicación de España --y del mundo-- destacan los pormenores de la contratista española SACYR en referencia al mayúsculo escándalo financiero sobre las obras del ensanche de la vía interoceánica (en una suerte perversa de dejá-vu de aquel otro Escándalo Panamá, el del la quiebra del Canal Francés en el siglo XIX) en el país del canal se comemora la patria más profunda: la de la lucha por la soberanía y la de la siembra de banderas. 

Un fuerte abrazo, amigos míos




LA NOCHE DEL 9 DE ENERO EN LA PRESIDENCIA

Dr. ELOY BENEDETTI (1918-2000)

Desde hace varios años he acariciado la idea de escribir sobre el 9 de enero de 1964, con el fin de narrar hechos de trascendencia para Panamá que pude presenciar. No obstante, solía posponer la idea por diversas razones. Sin embargo, durante los días patrios, medios de comunicación publicaron encuestas que revelaban lo poco que conocían los jóvenes sobre los sucesos que forjaron nuestra nacionalidad. Esta dolorosa observación, me indujo a rememorar mis vivencias del 9 de enero. Desempolvé un viejo cuaderno de notas y me propuse escribir estas líneas, con la esperanza de que el relato de lo ocurrido en la ciudad de Panamá, esa aciaga noche, pudiera en alguna forma fortalecer la conciencia nacional de las nuevas generaciones.

Es oportuno señalar los motivos por los cuales me encontré envuelto en los sucesos antes mencionados. Mi vieja vinculación con la Cancillería fue una de las causas, ya que desde el Gobierno de Don Ricardo Arias Espinosa, había servido en dicha dependencia en diversas posiciones y el 9 de enero desempeñaba el cargo de Asesor Jurídico del Ministerio y además la Secretaría del Consejo de Relaciones Exteriores. Pero el factor que determinó mi participación en la formulación de la posición panameña fue la confianza depositada en mi, por el Canciller Doctor Galileo Solís, un viejo amigo a quien admiraba por su carácter siempre afable y en particular por su lúcida mente legal, capaz de analizar con vivacidad y precisión las más complejas situaciones jurídicas.

LOS INCIDENTES EN BALBOA

Conviene iniciar el relato con una breve descripción de los sucesos que motivaron la confrontación entre los norteamericanos y panameños. La manzana de la discordia que precipitó los acontecimientos, fué el cumplimiento de un acuerdo conjunto entre los dos países, aprobado por los representantes de los Presidentes Chiari y Kennedy, incluido en un comunicado del 10 de enero de 1963 en el que se reglamentaba el enarbolamiento conjunto de las banderas de Panamá y los Estados Unidos en la Zona del Canal. El acuerdo contenía los siguientes puntos: Que la bandera de Panamá sería izada junto con la de los Estados Unidos en todos aquellos sitios del territorio de la Zona en que la norteamericana fuera izada por las autoridades civiles. Que en las bases militares, solo sería enarbolada la enseña norteamericana al igual que en las naves que se encontrasen en aguas del Canal de Panamá.

Los Estados Unidos consideraron que correspondía al Gobernador de la Zona del Canal determinar cuando y donde deberían ser izadas conjuntamente las dos banderas. En algunos sitios las autoridades zoneítas con el fin de no enarbolar la enseña panameña, procedieron a eliminar astas. En la Plaza de Gamboa un sargento de la policía, llamado Carlton Bell, Se negó a izar la bandera panameña desobedeciendo una orden expresa del Gobernador. Las autoridades de las escuelas y particularmente los estudiantes del Colegio Superior de Balboa, siguiendo el ejemplo del Sargento Bell se opusieron a que fuera enarbolado el pabellón panameño. Estos hechos de insubordinación de la policía y la actitud hostil de los ―zonians,‖ publicados por la prensa panameña, fueron las causas directas de que un grupo numeroso de estudiantes del Instituto Nacional, formado por jóvenes de ambos sexos, le pidieran al Rector les suministrara la enseña patria del Colegio con el fin de dirigirse a la Escuela Superior de Balboa para izarla frente a dicho colegio.

Los Institutores uniformados caminaron en forma ordenada hacia el Colegio de Balboa, pero no pudieron acercarse al asta de la bandera por ser interceptados por estudiantes norteamericanos hostiles quienes, acompañados de sus padres, rodeaban el lugar. La policía le dió protección a los norteamericanos y obligó a los panameños a empujones a retirarse del área. Fué en esa refriega cuando un policía zoneita de un golpe de tolete, rasgó el pabellón que portaban los institutores. Estos con su bandera ultrajada, fueron físicamente expulsados del área por la policía y seguidos por autos radio patrullas hasta los límites de la ciudad de Panamá en la arteria que hoy se conoce como la Avenida de los Mártires.

La llegada de los institutores empujados y vejados por la policía y los estudiantes zoneítas, como a las seis de la tarde, enfureció a sus compañeros que los esperaban, así como a grupos de empleados y obreros que salían de sus trabajos. Los panameños reaccionaron tratando de entrar a la Zona del Canal sin armas y con el propósito de plantar banderas, pero fueron repelidos por la policía que abrió fuego con sus revólveres calibre 38, reforzados por ―zonians‖ civiles armados de escopetas de cacería. A las 8 de la noche, el Gobernador Interino informó al Jefe del Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos que la policía no podía mantener el orden y pidió que las fuerzas militares asumieran el control de la Zona del Canal. Unidades norteamericanas entraron en acción a esa hora, protegidas en vehículos de transporte de tropas y arreos de combate. Apostados en territorio de la Zona, disparaban sus fusiles de guerra dando muerte a mas de veinte civiles panameños desarmados, e hiriendo alrededor de trescientos.


EL GOBIERNO SE REÚNE EN LA PRESIDENCIA

Sin tener conocimiento de lo que ocurría en la Zona del Canal la tarde del 9 de enero, me retiré a mi residencia en Las Cumbres y al llegar recibí una llamada para que fuera a la Presidencia. Partí de regreso a la ciudad y al llegar al sector de Calidonia, escuché los disparos que provenían del área del Palacio Legislativo. Un joven bombero dirigía el tráfico y me indicó que tomara por el Mercadito de Calidonia y la Avenida Norte. Encontré el Palacio Presidencial iluminado y colmado de personas de todas las capas sociales. Ministros de Estado, altos funcionarios, amigos políticos y personales del Presidente, incluyendo a miembros de los partidos de oposición, deseosos de manifestarle su apoyo al Gobierno y de enterarse de los acontecimientos que se desarrollaban en los límites de la Zona del Canal.

Serían las 8 de la noche cuando localicé al Ministro Galileo Solís, mi superior jerárquico, quien me informó lo que hasta ese instante se sabía de la romería de los institutores; que habían llegado al asta de la bandera frente a la Escuela Superior de Balboa, donde se inició una refriega y fueron agredidos y rechazados por la policía y los zoneítas, quienes habían dado muerte y herido a varios panameños. Me manifestó el Ministro que el Gobierno tenía que hacer un fuerte pronunciamiento sobre estos sucesos; pero que era muy prematuro para determinar cual seria la forma mas apropiada, dado que se desconocía con certeza lo que estaba ocurriendo y cómo culminarían los acontecimientos. Me pidió que fuera pensando qué medidas podría tomar la Cancillería ante esta insólita situación.

Me refugié en un lugar apartado del bullicio en los salones de Palacio y lo primero que se me vino a la mente fué que tratáramos de 1ograr que el organismo internacional competente condenara a los Estados Unidos por actos de agresión contra la población panameña. Con criterio de abogado litigante, consideré que este hecho no sería difícil de probar, por tratarse de un suceso público y notorio. Me pareció que basándonos en los preceptos de el Tratado Inter—americano de Asistencia Recíproca (que en lo sucesivo llamaremos el TIAR), Panamá tendría buena oportunidad de que los Estados Unidos fueran condenados.

Ya que nos servimos del Conflicto de Paraguaná como precedente, es oportuno referirnos a él.

EL INCIDENTE DE PARAGUANA.

En 1963 ocurrió un conflicto diplomático que en forma indirecta influyó en la reacción de la Cancillería panameña en la noche del 9 de enero de 1964.
Después del fracaso de invasión en Bahía de Cochinos, crecieron los temores del Gobierno norteamericano contra el régimen Castrista y optó por la política de aislar a Cuba tanto diplomática como económicamente del resto del Continente. Bajo la excusa de que en Venezuela se había encontrado un depósito de armas de origen cubano en la península de Paraguaná y que agitadores cubanos en asocio de elementos oposicionistas locales, habían participado en actividades tendientes a subvertir el régimen democrático de ese país, el gobierno de Caracas instigado por los norteamericanos presentó denuncia de agresión contra Cuba ante la OEA, con el propósito de aislar a Castro del resto de América y entorpecer su desarrollo económico. La OEA designó una comisión investigadora que rindió un informe contra los cubanos el 3 de diciembre de 1963. A principios de enero, el Canciller indico que la Embajada Norteamericana estaba presionando para que Panamá apoyara la denuncia de los venezolanas y se condenara al régimen Castrista por el delito de agresión, con el propósito de rodear a la isla caribeña de un cordón tanto diplomático como comercial, aplicándo1e los preceptos del TIAR. La denuncia presentada por Venezuela para que se condenara al Gobierno de Castro fué aprobada por la OEA: pero con los votos en contra de Mexico y Chile, por falta de pruebas sobre la supuesta agresión.

Al meditar sobre las opciones que teníamos de una salida adecuada para Panama a nuestro 9 de enero, recordé el caso Paraguaná. No dude que contábamos con pruebas contundentes de hechos de suma gravedad que nos permitirían, con fundamento en las cláusulas de el TIAR, solicitar que se declarara agresor a los Estados Unidos. Dichas pruebas serian de mayor valía que las aducidas por Venezuela y sus aliados norteamericanos para aislar al régimen de Castro del resto de América. Consideré lo fácil que nos sería probar ante las Comisiones de la OEA la existencia de las causales que requiere el TIAR para el rompimiento de relaciones diplomáticas; y que, con un poco de suerte y habilidad, se lograría condenar a los norteamericanos por el delito internacional de agresión contra la población panameña y, como consecuencia, obligarlos a indemnizar a Panamá y a las víctimas por los daños y perjuicios, así como a otorgar garantías ante la comunidad internacional de que no volvieran a incurrir en tales desmanes contra un pueblo indefenso como el panameño.

Como abogado litigante, el aspecto que me atraía del caso Paraguaná era la situación de indefensión en que dejaba al Departamento de Estado, ya que era obvio que los actos de supuesta agresión contra Venezuela que dicho Departamento le achacaba al régimen castrista, carecían de gravedad comparados con los muertos y heridos causados par los ataques a Panama.

LA DECISIÓN DE ROMPER RELACIONES DIPLOMÁTICAS

Como a las nueve de la noche conversé de nuevo con el Canciller, quien me comunicó que según las últimas informaciones que se tenían, las fuerzas americanas no pretendían avanzar a territorio bajo jurisdicción panameña. Esta invasión habría sido una posibilidad que asustaba a muchos de los funcionarios que se encontraban en la Presidencia. La orden dada a el Ejército era impedir, por cualquier medio, que elementos panameños ingresaran a la Zona, confirmó que los iniciadores e instigadores de los incidentes habían sido los zoneítas.

Enfadado y con dureza el Canciller me recalcó que el Gobierno no podía de ninguna manera tolerar pasivamente la forma como habían dado muerte y herido de bala a tantos panameños. Agregó que el Presidente Chiari se sentía igualmente enfadado y con amargura a causa de los acontecimientos. Insistió en que había que actuar cuanto antes, entre otras razones, para que en los diarios de la mañana apareciera la noticia de la reacción del Gobierno conjuntamente con las descripciones de los ataques en la Zona.

Le manifesté al Canciller que desde nuestra última conversación había estado meditando sobre la endiablada coyuntura en que se encontraba el país, atacado par una fuerza abrumadora y con escasas posibilidades de reaccionar. Le señalé, que la medida mas oportuna que se me habla ocurrido era la ruptura de relaciones diplomáticas. Le dije que había tenido muy presente el caso Paraguaná con el cual ambos estábamos familiarizándonos; y cómo los gringos, a pesar de su poderío y el terror que le tenían al comunismo, se habían visto obligados a recurrir a la artimaña de valerse de Venezuela, para denunciar al régimen castrista ante la OEA y pedir su aislamiento del resto de América. Le agregué que podíamos basarnos con plenas pruebas en las causales para el rompimiento de relaciones que contempla el TIAR, y que con habilidad diplomática se podría lograr que se condenara a los Estados Unidos por el delito internacional de agresión contra la población panameña y obligarlo a indemnizar los daños y perjuicios causados a Panama y a los familiares de los muertos y a los heridos.

Le insistí al Ministro que podríamos sustentar nuestra denuncia en los mismos argumentos esgrimidos en el caso Paraguaná por los gringos y los venezolanos; pero esta vez con pruebas de un ataque armado como hechos irrefutables de agresión. Que teníamos una buena posibilidad de ganarnos la simpatía de los gobiernos latinoamericanos en la OEA y arrinconar a los norteamericanos en las negociaciones para sacarles alguna sustancial al igual que ellos hicieron con Colombia en el incidente de ―La Tajada de Sandia.‖ Al menos, los dejaríamos muy mal parados ante la opinión mundial y ante el propia pueblo norteamericano. El Canciller me respondió que estaba de acuerdo con presentar una denuncia ante la OEA con el propósito de solicitar que los Estados Unidos fuera declarado agresor por los ataques perpetrados por sus fuerzas armadas y los zoneitas. Me pidió que preparara un proyecto de nota rompiendo relaciones, pero insistió en que deberíamos dejar una puerta abierta, y no meternos con indemnizaciones, que si algo le sobraba a Panamá eran opciones para exigir reparaciones.

Me dediqué de inmediato a trabajar en el proyecto. No obstante, mientras las acuciosas secretarias del Consejo de Relaciones Exteriores, Laura Kaled y Tota de Méndez pasaban en limpio las numerosas copias me asaltó el terror de que estuviéramos procediendo a la ligera en una cuestión que podría acarrear graves consecuencias para Panamá. Recordé que, hasta donde tenla conocimiento, en la historia ningún país había dado el paso de romper relaciones diplomáticas con la poderosa nación norteña, y la reacción de sus gobernantes era impredecible. Solo había tenido la oportunidad de cambiar ideas sobre el rompimiento de relaciones con el Canciller; y tenia entendido, que éste únicamente había conversado sobre la medida con el Presidente Chiari. Por ello, cuando las secretarias me entregaron las copias en limpio del proyecto de nota busqué al Ministro de Educación, Manuel Solís Palma, amigo de confianza con quien mantengo una relación que se remonta a los años juveniles del Frente Patriótico. Contra mi acostumbrada práctica de no reveler los asuntos de la Cancillería, le relate aspectos del plan de romper relaciones con la Nación mas poderosa del mundo y de la cual dependía nuestra estabilidad económica. Para alivio de mis aprensiones Solís Palma leyó el proyecto de nota y le pareció el rompimiento de relaciones una muy buena reacción de Panamá. Me reconfortó al decir que los gringos sufrirían una gran pérdida de prestigio internacional si después de la forma como nos estaban atacando, se dedicaban a apretarnos las clavijas económicas.

SE APRUEBA EL ROMPIMIENTO DE RELACIONES

Confortado por la reacción del Ministro de Educación me reuní con el Canciller a quien le presenté copia del proyecto de nota rompimiento relaciones. Lo revisó con cuidado, le efectuó un par de pequeñas modificaciones puliendo el punto de las indemnizaciones por daños y perjuicios y me dijo ―vamos a mostrárselo a Nino.‖ Pasamos al despacho del Jefe del Ejecutivo a quien le entregué el proyecto de nota.

Mientras lo leíaa observaba al Presidente. Me impresionó su rostro adusto, y severo. No dude que la decisión de romper relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, ya la había tomado con anterioridad. Sin sugerir ningún cambio manifestó sencillamente que el proyecto de nota le parecía bien, que procediéramos a convocar una sesión conjunta del Consejo de Gabinete y del Consejo de Relaciones Exteriores, para que consideraran su adopción. Hizo llamar al Ministro de la Presidencia, Licenciado Gonzalo Tapia, y le ordeno reunir al Gabinete y me pidió que convocara a los miembros del Consejo de Relaciones Exteriores.

La sesión conjunta del Gabinete y el Consejo de Relaciones Exteriores tuvo lugar en el comedor del Palacio, y fue presidida por el propio Jefe del Ejecutivo.

El acto se inició las 11 de la noche revestido de grave solemnidad. El Presidente Chiari a la cabeza de la larga mesa; en el ala derecha, los Ministros de Estado y al lado izquierdo los miembros del Consejo de Relaciones Exteriores. Después de breve alusión a la seria situación que confrontaba la República, el Presidente anuncio que había convocado la sesión conjunta para considerar la conveniencia de que Panamá rompiera relaciones diplomáticas con el Gobierno de los Estados Unidos de América. Acto seguido, le cedió la palabra al Canciller Solís para que explicará la coyuntura que confrontaba el Gobierno y las consecuencias y peligros que implicaban el rompimiento de relaciones con esa poderosa nación. Al terminar su intervención, el Ministro me pidió que le diera lectura al proyecto de nota rompiendo relaciones diplomáticas que teníamos preparada. Terminada la lectura, el Ministro de Educación, Manuel Solís Palma, quien era el único de los Ministros y Consejeros que estaba enterado de los proyectos del Presidente y la Cancillería, tomó la palabra y en una atinada intervención explicó la desigual posición en que se encontraba Panamá y las razones que aconsejaban el rompimiento de relaciones diplomáticas por ser una de las pocas medidas dignas y factibles que podíamos adoptar. El rompimiento de relaciones fué aprobado por unanimidad.

LA REVISIÓN DE LOS TRATADOS CONDICIÓN PARA REANUDAR LAS RELACIONES

Terminada la reunión conjunta se procedió a celebrar una conferencia de prensa con los numerosos corresponsales, tanto nacionales Como extranjeros que se encontraban en la Presidencia. La conferencia tenía la finalidad de informar a los periodistas de la decisión que se acababa de adoptar de romper las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.

La sesión fue iniciada por el Canciller, quien con su habitual habilidad expositiva relató los aspectos mas sobresalientes. Luego se les entrego a los representantes de los medios copias de la nota de rompimiento de relaciones tanto en español como en inglés. Iniciadas las interrogantes uno de los reporteros de nacionalidad británica pregunto que deberían hacer los Estados Unidos para que Panamá reestableciera las relaciones diplomáticas. El Ministro sorteó la respuesta con algunas generalidades que no dejaron plenamente satisfechos a los presentes.

Pasado este incidente el Canciller me pidió que continuara respondiendo las preguntas de los periodistas, pues tenía que retirarse a una diligencia.

Finalizada la reunión con los miembros de la prensa, me dirigí a informar al Canciller a quien encontré caminando rápidamente por uno de los pasillos de Palacio. Me manifestó que el Presidente Chiari había decidido condicionar la reanudación de las relaciones diplomáticas a la derogatoria de los Tratados del Canal. El Ministro Solís me admitió que la flexibilidad que había tratado de mantener sobre las causas que se exigir para restaurar las relaciones diplomáticas ya no tenían objeto; que por el contrario, para iniciar cualquier negociación con las norteamericanos, sería preferible plantearles desde el comienzo el verdadero objetivo de Panamá. Me comunicó que el Presidente Chiari había decidido dirigirse a la Nación por radio esa misma mañana con el objeto de anunciar que sólo si los norteamericanos se comprometían a revisar los tratados vigentes, Panamá aceptarla normalizar las relaciones con los Estados Unidos.

En efecto, el Presidente Chiari pronunció una Alocución por cadena nacional de radio al mediodía del 10 de enero en la cual dio a conocer que había mantenido una conferencia con el Presidente Johnson de los Estados Unidos en la que le había informado sobre ―los hechos irresponsables de las autoridades de la Zona del Canal‖ y manifestado claramente ―que sería indispensable la revisión integral de los tratados que rigen las relaciones de los dos países para encontrar soluciones satisfactorias que eviten para siempre actos como los que lamentamos hoy todos los panameños. ‖ Al día
siguiente, 11 de enero el Presidente Roberto Chiari fué aún mas explícito y le declaró a los miembros de la Comisión Interamericana de Paz enviada por la OEA, que se encontraba en Panamá, ―que había llegado la hora impostergable de que los tratados can los Estados Unidos, especialmente el de 1903, fueran revisados porque son injustos y lesionan las intereses y dignidad de Panamá.‖

UN MONUMENTO EN HONOR DE LOS MÁRTIRES Y DE SU BANDERA

No creo que existan panameños que al rememorar la agresión de que fué víctima la población de la ciudad de Panamá, la trágica noche del 9 de enero, no reconozcan que el alevoso ataque y la reacción de los istmeños constituyen un auténtico hito popular de nuestra primer siglo republicano.

Es significativa la forma unánime, Como todos los sectores de la población respaldaron de inmediato la valentía y el patriotismo de los jóvenes institutores. Desde la manera cuidadosa y sin ostentaciones como planearon su incursión para izar el pabellón nacional en la Zona del Canal, hasta la forma como soportaron el abucheo de los zoneítas y luego la desmedida arremetida de los norteamericanos.

Todos los medios de comunicación , así como importantes diarios de América Latina, dedicaron durante varias días sus editoriales a repudiar el insólito ataque norteamericano y la insidiosa actitud de los llamados zonians. Todo tipo de organizaciones emitieron comunicados de condena al desproporcionado ataque y de respaldo al Gobierno. Entre otras: La Academia Panameña de Derecho Internacional con la firma de su Presidente, el Dr. Otavio Fábrega y el Secretario Licenciado José M. Quirós y Quirós. La Cámara de Comercio con la firma de su Presidente, Guillermo Ford. Tanto los estudiantes, como el Gobierno recibieron el apoyo de las fuerzas vivas de la Nación, y fue este caluroso apoyo popular lo que permitió al país sortear las incertidumbres y peligros que presagiaban el rompimiento de relaciones diplomáticas con una nación tan poderosa y lograr su restauración en forma honrosa y beneficiosa para nuestra patria.

Panamá se ha distinguido por su historia incruenta, 1o cual ha contribuido a que sea una Nación con pocos mártires. Por ello sería un infortunio que se borrase de la mente de nuestra juventud la jornada patriótica del 9 de Enero.
Por otra parte, los incidentes de esa fecha giran en torno a nuestra enseña nacional. Los panameños siempre habían resentido que no se les permitiera enarbolar su bandera en la Zona del Canal. En las gestiones reinvindicadoras que iniciaba el Gobierno siempre figuraba el derecho a enarbolar nuestro pabellón en todo su territorio.

Como sabemos, fue la trifulca que tuvo como motivo central la izada de la bandera del Instituto Nacional en el asta frente a la Escuela Secundaria de Balboa, el hecho que desencadeno la serie de incidentes y los desmanes que causaron los muertos y heridos del 9 de enero. En este conflicto también fue afectada la dignidad de la enseña patria que portaban las institutores.

Una obra que contribuiría a preservar en la conciencia nacional, tanto la memoria del 9 de enero como la majestad de nuestra enseña patria, sería levantar en el mismo sitio donde se iniciaran los acontecimientos, frente a la Escuela Superior de Balboa, un monumento dedicado a honrar los nombres de los veintitrés mártires y una mención de los trescientos heridos causados por acción de las ―zonians‖ y el ejército norteamericano. El mismo monumento podría servir de marco adecuado para preservar y exponer el histórico pabellón del Instituto Nacional, que según me han dicho, desde que fue entregado por los estudiantes al Presidente Chiari reposa guardado en el Palacio de las Garzas.

Existe una razón de justicia para que el recuerdo de los mártires de esta jornada, sea perpetuado con un monumento. Estos panameños fueron doblemente sacrificados: primera por las balas norteñas y juego por la desidia culposa del Estado, que se abstuvo de exigir con la debida diligencia las indemnizaciones que a éstos les correspondía. Los funcionarios de la época sabíamos que postergábamos las reparaciones debidas a los mártires por obtener conquistas y ventajas de carácter nacionales, como la derogación de los tratados existentes. Los motivos de esa desidia fueran patrióticos, pero no éticos.

No obstante, la reacción del pueblo y el Gobierno al injustificado ataque de la noche del 9 de enero de 1964, se convirtió en soporte de una nueva y agresiva política orientada a lograr la reversión de la franja canalera y, finalmente, a la devolución del propio Canal de Panamá.

PANAMÁ, Enero 1997





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