domingo, 3 de junio de 2012

461.- Bicentenario: Los errores de España


Bicentenario: Los errores de España


por Juan Ignacio Verni

Años antes de la Revolución de Mayo, los pobladores de Buenos Aires vieron cómo la justicia, ese elemento que había sido el pilar más fuerte del Imperio, estaba agonizando por culpa de la corrupción y el abandono de la corona española. Si el centralismo absolutista que los reyes borbones aplicaron con sus colonias se basó en un control exhaustivo de todos los asuntos, imaginémonos entonces cómo se sintieron traicionados esos criollos que comenzaron a soñar con desprenderse de los lazos españoles cuando veían que el rey no mostraba ningún interés en solucionar los males que carcomían a la colonia. Más allá de la oportunidad dada con el encarcelamiento del rey Fernando VII, España perdió estas colonias por su propia desidia.

La encarcelación del rey Fernando VII por parte de Francia fue solo el detonante de la emancipación americana. La desidia y corrupción de su reino en América fueron parte de las causas fundamentales.
La madurez política con que los criollos llevaron a cabo la Revolución de 1810 en Buenos Aires fue un factor que se alimentó más por los descuidos y los atropellos propios de la Metrópoli que por las penurias que ésta tuvo que soportar de la mano de Napoleón.

Dicho de otra manera: la cotidiana y obvia corrupción con que los Borbones administraron todos los sectores de la sociedad americana fue un hecho determinante en la conciencia de aquellos criollos que, al momento de saber que Francia había invadido España, ya se encontraban cansados de tantas injusticias. Ese constante maltrato por parte de quien se suponía debía dar amparo envolvió a los pobladores americanos con una certera sensación de abandono; les hizo sentir que ya nada bueno podían esperar de ese régimen más que funcionarios corruptos y reformas opresivas. Así, con ese pensamiento modelado por el cincel del resentimiento, se llegó a las vísperas de la revolución: ese malestar fue el motor principal que llevó a los pobladores de Buenos Aires a encarar y gestar el desprendimiento total de la Metrópoli, y no el encarcelamiento temporal de Fernando VII.

La chispa de la revolución se había encendido casi cien años antes, y parece ser que a ningún rey le importó.

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LOS BORBONES Y SUS CUESTIONADAS REFORMAS

Cuando las tierras americanas estuvieron gobernadas bajo la égida de los Austrias, fueron pocos los problemas de corrupción que percibió la sociedad. Aquellos funcionarios designados por la corona eran personas probas y orgullosas de servir fielmente a su monarca.

Pero cuando llegaron los Borbones al trono la relación política con sus colonias cambió. Ellos aplicaron, dentro de sus famosas “reformas”, un sistema centralista mediante el cual todos los asuntos americanos debían están supervisados por el propio rey, o por los funcionarios que éste designaba. Fue una concepción absolutista del mando, un sistema que solo trasmitió una opresión destinada a dejar en claro la fuerte tutela de la Metrópoli.  

Para que este nuevo sistema administrativo funcionase, los borbones destacaron una gran cantidad de nuevos funcionarios reclutados en las filas de la baja burguesía española: siempre con más intención de enriquecerse que de servir a su rey, estos hombres buscaron en los puestos políticos americanos aquella oportunidad de riqueza que la sociedad española les negaba.

Esos puestos políticos se compraban; es decir, el interesado tenía que abonar una generosa “dádiva” para obtenerlo, o haber sido recomendado por una influyente persona. Eso hizo de la obtención de los cargos públicos una empresa comercial, hecho que llevaba al aspirante del mismo a querer, posteriormente, resarcirse de toda forma posible.

Esto, a su vez, acrecentó los odios entre los criollos y los peninsulares. Los primeros se comenzaron a sentir desplazados y privados de aquellos cargos políticos que les eran necesarios para controlar los asuntos de su tierra, mientras que los segundos eran los beneficiarios exclusivos ante el rey por el solo hecho de haber nacido en Europa. Así es fácil imaginarse por qué en los momentos previos a la revolución, personajes españoles que hicieron sus fortunas a causa de este tipo de favoritismo apoyaron la figura de un monarca acabado y pisoteado por la corona francesa.

CORRUPCIÓN
Lo que más indignó a la sociedad criolla fue la velocidad y la tranquilidad con que estas personas llevaron a cabo sus fraudes. El sistema de corrupción estaba tan extendido y operaba con tal descaro que esa obviedad fue percibida por la población como el peor de los insultos.

Estos “funcionarios” formaron durante más de cien años extensas redes mafiosas que intervinieron deshonestamente en todos los sectores del ámbito político de la sociedad americana. Uno de los hechos de corrupción más frecuentes fueron los que se dieron mediante la violación de las órdenes reales y el contrabando. Joaquín del Pino, virrey del Río de la Plata de 1801 a 1804, no estaba dispuesto a seguir tolerando un sistema plagado de robos y fraude. Inició una ardua investigación y no se sorprendió al descubrir la existencia de toda una “pandilla” de funcionarios corruptos que se beneficiaban constantemente mediante el contrabando y el desfalco de las Cajas Reales que ellos mismos debían administrar y custodiar. Así, el déficit que se producía entre las entradas y salidas pasó a ser un problema cotidiano.

El virrey además comprobó que en dichas actividades clandestinas había varios personajes involucrados: desde el asesor general del Virreinato (junto a gran parte de su familia), pasando por el secretario general hasta el Regente de la Real Audiencia, todos eran partícipes de esa red oscura y deshonesta.

Del Pino le informó a la corte española que su mayor preocupación residía en no poder precisar la integridad y pureza de muchos otros funcionarios. Sabía que muchos de los implicados en la causa que él llevó a cabo tenían conexiones con altos puestos de la Aduana y el Puerto, otros dos sectores que se encontraban pésimamente administrados y que no dejaban de registrar pérdidas y robos.

Un testigo de la época nos cuenta, además, que la investigación llevada a cabo por el virrey no tuvo graves consecuencias, ya que los imputados -todos de la más alta jerarquía administrativa- siguieron ocupando sus cargos. Así, la sociedad criolla tuvo que acostumbrase a vivir en un ambiente viciado por la corrupción y el favoritismo; sabían que más allá de ser descubiertos, estos personajes siempre disponían de métodos para eludir la sanción de la ley, como bien lo refleja una denuncia de la época: “los empleados en América por parte de S. M. han sido árbitras de eludir cualesquiera órdenes que se opusiesen directamente a sus intereses; (…) por lo común con el soborno triunfaban siempre de las trabas de la legislación.”

Así, a solo ocho años de lo que sería la Revolución de Mayo, los pobladores de Buenos Aires vieron cómo la justicia, ese elemento que había sido el pilar más fuerte del Imperio, estaba agonizando por culpa de la desidia y el abandono de la corona española. Si el centralismo absolutista que los reyes borbones aplicaron con sus colonias se basó en un control exhaustivo de todos los asuntos, imaginémonos entonces cómo se habrá sentido traicionado ese criollo al ver que el rey no mostró ningún interés en solucionar dichos males.    

España perdió estas colonias por su propia desidia. Si se hubiese interesado en el concreto bienestar de sus pobladores, la corona española hubiera recibido mucho más apoyo en las horas previas de la emancipación final. Pero no lo tuvo. Y, como se explicó antes, no fue porque se encontraba invadida por los ejércitos del Corso, sino porque prevaleció un espíritu de lucro sobre el del sentido común. Como bien resumió el brillante historiador argentino Vicente Sierra:  “No es de extrañar que en el proceso que determinó la disgregación el Imperio español, actuara, como uno de los factores más efectivos en esa dispersión, el comportamiento de tales funcionarios que en sus informes a la Corte torcieron la realidad de los hechos y se mantuvieron dentro de una conducta que, por legítima reacción, debe colocarse entre las principales causas generadores del proceso emancipador de Hispanoamérica.”

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