miércoles, 7 de mayo de 2014

773.- Fondos Buitres, Ana Botella y la Vivienda Pública en Madrid




Fondos Buitres, Ana Botella 
y la Vivienda Pública en Madrid

07 may 2014
  
La pasada semana, en un Pleno Ordinario del Ayuntamiento de Madrid, Ana Botella afirmó que la venta de un paquete de 1.860 viviendas sociales de la EMVS a un Fondo de Inversión supone un simple “cambio de casero”.

¿Es esto cierto? Si atendemos a la nueva situación de los inquilinos de estas viviendas (no lo olvidemos: se trata de vivienda social y por tanto son personas con especial necesidad), así como las consecuencias de su venta, vemos que es totalmente falso. Analicémoslo:

Las personas inquilinas no tienen garantizada la prorrogación de su contrato (ni su cumplimiento)

El paquete de viviendas al que se refiere Ana Botella ha sido vendido por cerca de 40 millones de euros más 90 millones en concepto de subrogación de las rentas. Un total de 128 millones de €. A partir de ahora los inquilinos van a pagar sus alquileres al Fondo de Inversión Blackstone. Hasta aquí lo que dice Ana Botella es cierto: su casero ha cambiado. Sin embargo, los alquileres de esas viviendas sociales están firmados por un periodo y a un precio asequible para sus condiciones. Pero al finalizar el contrato de alquiler, la empresa propietaria no garantiza que vaya a prorrogar el contrato, ni a mantener unos criterios sociales para definir sus condiciones.

La vivienda social es un servicio público. El objetivo de un Fondo de Inversión (o Fondo Buitre) es obtener el máximo rendimiento a un producto. ¿Blackstone va a alquiler esas viviendas siguiendo criterios sociales y de bienestar colectivo, priorizando a las personas más necesitadas y ajustando las condiciones de los contratos a su situación económica? ¿O va a alquilarlas según las leyes de mercado para obtener el máximo beneficio posible? La lógica dice que será la segunda opción.


Vendemos un parque público que dejará de dar un servicio.

Al vender estas viviendas, parte del pequeño parque público de vivienda del que dispone la ciudad de Madrid, dejamos de tener capacidad para acoger a colectivos de especial necesidad (jóvenes, desempleados, mujeres maltratadas, etc).



En una situación de crisis como la que vivimos, esta demanda de vivienda de protección lógicamente aumenta. Sin embargo, al venderla estamos haciendo que la capacidad por parte de las administraciones públicas para garantizar el derecho a la vivienda disminuya. Nos deshacemos de la posibilidad de que el Ayuntamiento tenga capacidad de garantizar el derecho a la vivienda.

Especial mención merece en este punto cómo, dentro de los desahucios que trabajan la PAH Madrid y la Plataforma de Afectados por la Vivienda Pública y Social (PAVPS), el desahucio de vivienda pública ha aumentado a unos niveles similares a los desahucios hipotecarios.

Los “nuevos caseros” compran las viviendas a un precio muy bajo.

El precio al que se venden estas viviendas se acerca a los 68.000 € por cada una de ellas. El precio de la vivienda de segunda mano en Madrid en el mes de junio de 2013 (mes en el que se realizó la venta) era de 2.289 €/m2. Si suponemos que cada una de las viviendas tiene una superficie de 40 m2 (hipótesis bastante conservadora), el precio de esas viviendas en el mercado sería de 91.560 €. Viendo la diferencia de precios parece que la venta, además de anular un ingreso, supone un precio de venta por debajo de precio de mercado. Esto resulta extraño ya que la razón para vender estas viviendas es la necesidad de hacer caja por la mala situación de la EMVS.




Estos tres puntos demuestran que el desmantelamiento de la EMVS por parte del Ayuntamiento de Madrid no supone un mero “cambio de casero” para los inquilinos. Además, puede dejar en la calle a colectivos sociales de especial necesidad, anula los beneficios sociales que la vivienda pública genera y supone un expolio del patrimonio de los y las madrileñas.

Una vez más, Ana Botella nos demuestra cuál es su plan del futuro para la ciudad de Madrid: suculentos beneficios para los de arriba y pobreza para los de abajo adornada con satíricas mentiras. ¿Vamos a permitirlo?




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