lunes, 1 de diciembre de 2014

842.- Banco de Alimentos




Banco de Alimentos

Por Arturo González. 01 dic 2014
  
Este fin de semana, mientras la plana mayor del PP hacía el ridículo en Catalunya y se anunciaba que el Secretario General del PSOE se subiría a un molino de viento para ser entrevistado a 80 metros de altura, el Banco de Alimentos ha recogido 20 millones de kilos de comida, evidenciando la generosidad de los españoles.

Lo más doloroso y repudiable de la política española es que ha hecho de España un país abocado a la caridad. María Dolores Pradera señalaba hace cuatro años que la situación española actual le recordaba a la de la posguerra civil: los bancos de alimentos son el Auxilio social de entonces, siempre al margen de las preocupaciones de los Gobiernos.

Un Gobierno que permite que haya hambre en un país con recursos es un Gobierno que no merece apoyo, y quienes se lo dan se convierten en cómplices de la miseria y en negadores de su existencia. El principal partido de la oposición no refleja como misión prioritaria terminar con este drama silencioso de la condición humana más triste y mugrienta, y nunca lo hizo cuando gobernó. No hay asunto más preferente que éste. Nos hemos vuelto insensibles a las causas, un kilo de garbanzos aplaca momentáneamente nuestras conciencias, bastante hacemos, pero no lo suficiente para mover las palancas del cambio hacia gobernantes limpios de alma. Que no haya hambre, que a los desafortunados no les quiten sus casas, que no haya españoles que pasen frío por no poder pagar el recibo de la luz, son mínimas e inexcusables tareas a realizar, son fácilmente posibles, es cuestión de voluntad política.

La caridad puede ser una medida cautelarísima, pero no una sentencia crónica. El Estado, la política, los partidos, los votantes no pueden ser criminales sociales. Malditos sean, seamos. Las conciencias anuladas han de despertar. Un kilo de garbanzos o una lata de sardinas son como un mensaje de socorro encerrado en una botella lanzada al mar hacia un desconocido hambriento. Pero no basta. Hay que echar a estos capullos de gobernantes. No arreglan el hambre y las desigualdades porque no quieren, porque son cobardes, porque son ruines y amorales. Dejemos de ser delincuentes, quitémosle la razón a María Dolores Pradera, a Jordi Évole y al Banco de Alimentos. Es tan sencillo como coger una papeleta y echarla en una urna, 20 millones de kilos de votos y papeletas. Aunque se hunda el mundo, aunque nos anuncien catástrofes. Porque la única y verdadera catástrofe es la del hambre de nuestros conciudadanos, tantas veces invisible. El Banco de Alimentos, una maravillosa organización con sus 20.000 voluntarios, digna de admiración y todo elogio, aunque ni siquiera viene destacado en portada de medio alguno, debería extinguirse anegado en un mar de culpas, de urnas y de agradecimiento. El Banco de Alimentos es un puñal que llevamos clavado en nuestra pretendida felicidad.





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