jueves, 8 de mayo de 2014

774.- El Censo Rojo franquista: tres millones de sospechosos



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Faupel y Franco en la Plaza Mayor de Salamanca /MECD, CANAL CULTURA






El Censo Rojo franquista: tres millones de sospechosos

Por: María José Turrión | 08 de mayo de 2014

El general alemán Wilhelm von Faupel, héroe de la I Guerra Mundial, (1914-1918) y difusor de la ideología nazi en los países latinoamericanos desde su puesto de director en el Instituto Iberoamericano (1934), fue embajador del III Reich ante la España llamada Nacional, entre marzo de 1937 y septiembre de 1937.

En realidad, su representación diplomática comenzó el 18 de noviembre de 1936, cuando el gobierno de Franco fue reconocido por Alemania. Son conocidas las injerencias que tuvo el alemán en los asuntos internos relacionados con la Falange, los denominados sucesos de Salamanca y el apoyo a Manuel Hedilla. Lo que le valió que el propio Franco, molesto por ello, solicitara su marcha de España. Pero con anterioridad a su destitución como embajador, y aún después de esta, ¿qué influencia pudo ejercer este personaje en el devenir político, social y represivo llevado a cabo por las instituciones franquistas en el país?.

El Instituto Iberoamericano, al que Faupel regresa tras su cese como embajador en España, suponía el medio para lograr no solo el adoctrinamiento nazi en países como Chile o Argentina, arrasados con posterioridad por sangrientas dictaduras, sino también el medio para introducir la instrucción militar alemana, frente al modelo francés que entonces predominaba en estos países. Prueba de ello, fue la política de publicaciones llevada a cabo por el Instituto: Diccionario militar alemán-español, español-alemán o el libro Ibero-América y Alemania: obra colectiva sobre las relaciones amistosas, desarme e igualdad de derechos, publicada por el propio Faupel junto a otros filonazis como el chileno Miguel Cruchaga Ossa, creador del Centro Germano Chileno, institución impulsora de los programas ideológicos antisemitas en Chile a través de intercambios entre estudiantes y profesores alemanes y chilenos.

El 1 de marzo de 1937 Wilhelm Faupel presentaba ante Franco sus cartas credenciales como embajador ante una Plaza Mayor de Salamanca abarrotada de gente y engalanada para la ocasión. Dada su especialidad como difusor del programa nazi, no es de extrañar que solicite la colaboración de especialistas alemanes en prensa y propaganda, con los que creará el Departamento de Prensa de la embajada y desde donde establecerá, como señala Javier Domínguez, una importante red  propagandística de la que saldrían títulos como La eterna cuestión judía, síntesis antisemita adaptada a la realidad española.

Poco después, el 20 de abril de 1937, Franco  dictará una Orden por la que se crea en Salamanca y bajo dependencia de su Secretaría, la Oficina de Investigación y Propaganda Anticomunista (OIPA), con la finalidad de:

“...recoger, analizar y catalogar todo el material de propaganda de todas clases que el Comunismo y sus organizaciones adláteres hayan utilizado para sus campañas en nuestra Patria, con el fin de organizar la correspondiente contrapropaganda en España y en el extranjero en colaboración con las instituciones anticomunistas existentes, tales como el Antikomintern de Berlín, el Instituto de Investigación Científica del Comunismo en Varsovia, la institución antimarxista Maitre Aubert en Ginebra, la National Herstle en Holanda…”

Parece que Faupel, el especialista en propaganda y en la lucha contra el comunismo, había tendido bien sus redes asesoras. Este primer organismo de la OIPA, junto con el creado inmediatamente después también en Salamanca, la Delegación de Asuntos Especiales, tratarían en palabras de González Quintana de “mostrar al mundo las maldades del comunismo, de la masonería y del judaísmo”.



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Cartel presentado en la exposición antimasónica de 1941: Alegoría del judaísmo controlando al comunismo (Stalin) y a la masonería (Churchill).


Estas dos oficinas y la creada en 1938, la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos, fueron los embriones de la Delegación Nacional de Servicios Documentales (1944), organismo paradigmático de la represión franquista que, partiendo de la incautación documental a personas físicas y jurídicas desafectas al régimen franquista, elaboraría el mayor archivo para la represión creado nunca en España, un Censo Rojo, al que Diego Navarro Bonilla alude en Morir matando y del que dice que posibilitó que existiera una "nación fichada". 

Toda la masa documental incautada, tanto de archivo como de biblioteca y hemeroteca, serviría para la elaboración de un gran fichero, en torno a las tres millones de fichas, en el que se fueron reflejando una serie de datos sobre personas desafectas al régimen franquista, esto es: personas relacionadas con partidos republicanos, organizaciones sindicales, ateneos libertarios, hijos de republicanos refugiados en otros países, intelectuales antifascistas, escritores, libertarios, enfermeras republicanas, personas que han dado un donativo al Socorro Rojo Internacional, personal integrante de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de la República, sindicalistas, miembros de la masonería, rosacruces, maestros, miembros de las Brigadas Internacionales… Un espectacular mapa de rojos, limitado por los males de la masonería y el comunismo internacional.

El personal que trabajaba en estas oficinas, a medida que iba procesando la información de la documentación incautada, elaboraba una ficha con el nombre y apellidos de la persona, pudiendo una misma tener varias en el fichero. De Lucía Sánchez Saornil por ejemplo, mujer libertaria y fundadora de la revista Mujeres Libres (junto a Mercedes Comaposada Guillén y Amparo Poch i Gascón), existen 32 fichas, en las que figura como escritora de artículos, miembro de la CNT, oradora en mítines antifascistas, poeta, miembro del Consejo Nacional de Solidaridad Internacional Antifascista, secretaria de Solidaridad Internacional Antifascista…



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Lucía Sánchez Saornil / ENLACRESTA2.WORDPRESS

Sin hacer distinción de sexo o edad, los datos de hombres, mujeres y niños van a dar forma al siniestro fichero. La creación del nuevo régimen y el modelo político social que implantó pasaba por la eliminación del contrario, y para ello nada mejor que su identificación en un censo de rojos, para realizar la consecuente represión. Prisión, juicios sumarísimos, ejecuciones… y a los que sobrevivieron físicamente, se les aplicó el estigma de rojo, extensivo a padres, hijos y cónyuges, a modo de estrella invisible cosida a la solapa.

¿Qué interés había en realizar unas fichas sobre niños evacuados que partieron de Santander rumbo a Francia?, ¿Perseguían realizar un censo similar al realizado en la Alemania nazi sobre los judíos? Identificación, filiación y finalmente localización para la represión. La finalidad visible administrativamente de este fichero era la de informar a otros organismos represivos de la dictadura franquista, facilitando los antecedentes político-sociales que, solicitados por los gobiernos civiles, militares, Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, Auditoría de Guerra, tribunales de depuración de trabajadores, Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, etc. serviría para extirpar tamaño cáncer de la nueva España y aniquilar al contrario.

Las diferentes informaciones que en la actualidad proporcionan los datos de los organismos represores del franquismo nos llevan a pensar en el complicado y elaborado sistema represivo. La Dirección General de Seguridad, gobiernos civiles y militares, capitanías, comandancias militares, Causa General, tribunales de depuración, Dirección General de Prisiones, servicios de información de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado... proporcionan un sistema de identificación, obtención y registro de datos sobre personas a modo de ficha perforada, donde cada organismo u oficina de represión en coordinación transversal, puesto en contacto con los otros, obtendría una información esencial para sus competencias represivas. Un ejemplo de ello lo vemos en la Orden Circular de 1 de julio de 1941 “por la que se dispone se informe al Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, de los cargos relacionados con actividades masónicas o comunistas que aparezcan en expedientes de depuración político-social”.

Al igual que a los judíos, a los rojos se les negó cualquier derecho civil. De la misma manera que a los judíos que huían del nazismo les incautaban sus bienes (recordemos la oficina de emigración que Eichmann creó en Austria en 1938), a los rojos se les incautaban los suyos, así lo manda el artículo 3º de la Ley de Responsabilidades Políticas (9 de febrero de 1939), o el temprano Decreto nº 108 de la Junta de Defensa Nacional, sobre la ilegalización de los partidos del Frente Popular y la incautación de bienes (13 de septiembre de 1936). Los juicios que se llevaban a cabo se basaban en delitos acorde a las leyes de la dictadura, por lo que la burocratización de la represión en los poderes del Estado se hizo general en todo el territorio español, siendo muy posiblemente esta, la causa de la ausencia de un sentimiento de culpa en la sociedad española afecta al régimen y más aún, entre todo ese cuerpo de burócratas, cuerpos policiales, judiciales y administrativos que llevaron a cabo la  represión.

La intervención alemana en la Guerra Civil Española tiene numerosos estudios en cantidad y calidad. Es posible que tengamos que ampliar las líneas de investigación sobre la influencia y posible asesoramiento alemán en la represión que llevó a cabo la dictadura de Franco desde el primer momento de la guerra.

Tanto Franco como Hitler emplearon idénticas técnicas para conseguir sus fines: arrasar con el estado de derecho, con las instituciones de los Estados para, instaurar el horror y la vergüenza. Timothy Snyder, en el ensayo Hitler y la lógica del Holocausto, afirma que “fue menos exhaustivo [el Holocausto] cuando las intenciones de Hitler se encontraron con el estado de derecho, aunque este estuviera debilitado o pervertido”. No cabe duda que, destruidas de raíz las instituciones político-sociales y el orden preexistente legalmente establecido, la instauración del nuevo régimen se implementaría de una manera mucho más sencilla.

En el libro IBM y el Holocausto, Edwin Black afirma que la tecnología IBM de las fichas perforadas con que se realizaron los censos en Alemania “permitió a los nazis trabajar en otra escala, con más velocidad y eficiencia”. La represión que se ejerció en España durante el franquismo se habría realizado seguramente sin la existencia del Censo Rojo, pero posiblemente no hubiera tenido la misma velocidad y eficiencia.


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